
Así, a bote pronto, diría que Robert Zemeckis logra por momentos recuperar un poco el espíritu del viejo y glorioso Hollywood, donde las grandes producciones de cine épico rebosaba de clasicismo e intensidad que depuraba la manufacturación analógica. Pero también asi, a bote pronto, he echado en falta un poco más de nervio, de intensidad, la realización de la película ha resultado en tramos parsimoniosa, y en tramos un tanto poco plana.

Desde el inicio a la pareja BradPitt y Marion Cotillard les falta destilar química en el primer tramo de película, cuando se sienten cerca en los planos cortos. La película es una
historia de amor al más puro que ensueña con los romances del estilo clásico del Hollywood de los 50/60, aunque
con final más bien poco hollywoodiense y menos clásico aún. Y es lo poco que
les ha faltado a los protagonistas, intensidad, química. Tal vez sea Marion
Cotillard la que salva los muebles y se impone con toda una gama de registros
que hasta consigue que la echemos en falta cuando desaparece de la pantalla.
Max (Brad Pitt) se enamora
gracias a una misión que ha de conformar en Casablanca con la integrante de la
resistencia francesa Marianne Beausejour. La pareja comienza una relación amorosa que se
complica cuando le notifican que ella actúa como espía para los nazis,
pasándole las transcripciones que consigue sonsacar a su esposo. (¿por qué me
da a mí que aparecen numerosos guiños a la pelicula Casablanca de MichaelCurtiz? ¿Que incluso los gestos de aires chulescos, aderezados con galantería,
de Max (Brad Pitt) recuerdan al melancólico y mordaz Rick Blaine (HumphreyBogart)?)
Con una puesta en escena digna, como ya he comentado, del cine clásico de los 50/60, Robert Zemeckis logra recuperar un tanto ese
espíritu perdido del Hollywood de las viejas glorias, de aquellass
macroproducciones inolvidables, pero se mete en la boca del lobo ya que parece emular el espíritu de Casablanca de Michel Curtiz.
Evidentemente sale perdiendo. No obstante, el verdadero y auténtico
espíritu de la película emerge con luz propia cuando la acción se traslada a
Londres. Resulta curioso que la tensión que pudiera presuponerse en la primera
parte debido a lo arriesgado de la misión no pasa de unos minutos de acción y
que lo resultante, que pudiera parecer más enmarañado y abrazado al interés que
genera el nudo de toda la trama, resulta ser lo que acapara todos los momentos
de tensión. Esta descompensación parece abandonar la película a un estado
indeciso, como si hubiese dos películas en una sola, diferentes, antagónicas.
Lo mejor de la tal vez
sea el final, inesperado, por cierto, pero contrario al espíritu bienaventurado
que caracteriza todo final hollywodiense. Logra en términos generales el objetivo fundamental, que es mantener en
vilo al espectador. Marion Cotillard resulta espléndida, consiguiendo incluso hacer
sombra por momentos al mismísimo Brad Pitt.
.
Podría decirse que Robert
Zemeckis pone un ojo en Hitchcock y otro en Michael Curtiz, apoyándose en lo
genuino de uno y en lo esencialmente dramático del otro. Una película con aroma
clásico donde vale la pena ver desenvolverse a Brat Pitt junto a Marion
Cotillard, a pesar de que les falta destilar química en la primera parte y no así en la segunda (un par de gin tonics juntos
hubieran solventado tal vez esta carencia). No obstante, la parsimonia del metraje al principio puede exasperar al espectador porque no parece apreciarse que
avance la película hacia ningún lugar, hasta que te percatas de que te
encuentras en un nudo que recuerda a las novelas de LeCarré (no a la adaptación
de sus películas). Todo adornado de una fotografía, en el plano técnico, digna
de recrearse en ella todo lo que lo ha hecho Zemeckis. Y, por qué no decirlo, (y mil disculpas por la licencia) el morbillo que presupone presenciar la película que ha sido el detonante de la ruptura de
Brangelina (Brat y Angelina), tiene su cosilla, oiga.


© Daniel Moscugat, 2016.
® Texto protegido por la propiedad intelectual.
0 comentarios:
Publicar un comentario